No quiero ir de maestra de nada y lo de cerrar el año con un sencillo ritual de paso puede ser que ya lo hagas y mucho mejor que yo.

De hecho en los últimos años he visto proliferar todo tipo de rituales, desde los empresariales de emprendedores que quieren “lanzar” su negocio…

…A los místicos que manifestarán todo tipo de cosas maravillosas para transformar su vida y al mundo, de paso.

Así que creo que lo que te voy a contar no es nada nuevo.

Pero si útil.

Y por eso quiero compartirlo y cerrar contigo un año más.

Cómo lo califiquemos dependerá de cada una y de las vivencias personales.

Pero cualquier adjetivo que le pongamos tiene que ser una ayuda para sentir que salimos de una etapa y entramos en otra.

Aunque en realidad solo cambiemos de estación ya que la Naturaleza, por suerte, nunca cuenta los años.

Para dar un paso adelante siempre viene bien mirar atrás y ver de dónde venimos.

Lo que hemos recorrido.

Permitirte esa mirada requiere de un poco de calma, sosiego, introspección. Que no siempre encaja en estas fechas… que nos obligan a hacer justo lo contrario.

Pero si te dejas sentir es muy posible que sí, que tenga sentido sentarse un ratito y sentir: ¿lo que he estado creando en mi vida lo quiero seguir creando en el próximo año?

¿Cómo valorarlo con claridad y certidumbre?

El ejercicio de reflexión que ayuda mucho

Te comparto el ejercicio que a mí me ayuda. Es un valioso pero sencillo ritual apto para todas las personas de diferentes creencias:

Un día, una mañana o una tarde…

Unos minutos o unas horitas, un fin de semana.

Incluso una noche en la que no tengo intenciones de ir pronto a la cama, apago  el móvil y aviso de “no molestar”.

Y cojo una libreta donde empiezo a escribir todo aquello que he vivido significativo en este año.

Anoto todo seguido, en plan listado. Lo bueno, lo malo, lo regular.

De aquello que me acuerde.

(Quizás necesites ir recordando mes a mes o estación a estación. La lista puede ser lo corta o larga que tú quieras).

Después cojo unos marcadores y subrayo en el color que prefiero lo que he vivido como bueno, o quiero volver a hacerlo.

Aquello que sí voy a seguir manteniendo, que representa un sostén en mi vida y un proceso de desarrollo personal y quiero repetirlo.

Después, en otro color lo que viví “malo” y no quiero volver a vivir para el año que viene porque no me ha gustado o ya he aprendido la lección…

Y en otro más, cosas que no encajan ni en “bueno” o “malo” por ahora pero que siento importantes.

Después, recupero toda la información y la coloco en columnas, anotando todo eso que ya he recordado y calificado.

3 columnas:

1. La guay: con todo lo que me ha gustado…
2. La chunga: con lo que no quiero repetir a ser posible ni de coña…
3. Y otra más para todas aquellas otras cosas que vislumbro, que pienso o siento dentro que ya son momento de vivir y que ya estoy en ello, aunque todas ellas por definición están por venir: son las que quiero vivir.

Es gracias a este sencillo ritual que puedo hacer realidad en mi mente el propósito del Año Nuevo: una planificación con sentimiento, con consciencia y con oportunidad para cultivar mi Jardín de Vida.

En el listado y las columnas incluyo todo lo que es importante para mí: mi salud integral y todo lo que la crea (pareja, familia, trabajo, economía, formación, transformación…)

Una vez plasmado todo después abro un plan para cada una de las áreas de mi Jardín de Vida y voy escribiendo en distintas hojas todo lo que voy observando y concluyendo…

Un plan bien planeado

Planificar requiere un tiempo de sosiego para recapitular los pasos que he dado y dónde estoy ahora.

Y poder mirar atrás con un estado de tranquilidad y de sosiego que me permita sentir si esto que quiero para mí es lo que hay en mi corazón, es lo que necesito para cultivar mi alegría.

Sé que si no hago esto cualquier propósito que no salga de un estado reflexivo, interno y completo puede ser una mentalada, sacada de cualquier influjo externo ajeno a mí Ser y a mí camino de vida.

Y que si me dejo llevar por esos propósitos vacíos de mí misma al final solo me voy a encontrar con la angustia de fracasar una vez más por que no los he realizado.

Para llegar a ese estado de consciencia especial que es la reflexión profunda, sin culpas ni huidas, sé que antes necesito hacer un poco de meditación.

Que me permita entrar en un estado de recogimiento mental, calmando el ruido cotidiano de pensamientos constantes a otro más abierto, fluido y sereno.

En ese estado es cuando llega el momento de agradecer por todo lo vivido.

Y por todo lo que viviré.

Sea como sea.

Y con este sencillo ritual he logrado muchas cosas, internas que solo yo conozco y externas que tú puedes ver.

Una de ellas es comenzar en enero con una propuesta para ayudarte a recuperar y mantener tu Salud Integral con talleres experimentales, presenciales y online.

Como este Taller Belleza Armónica Facial para autogestionar tus cuidados de belleza y descubrir un sencillo plan para cuidar tu piel porque seguro que lo de cuidarte lo has puesto en la columna guay.

Besos y flores.

Sheila.