Descubre el placer de meditar.
informe solar

Meditar es un proceso creativo, como los son danzar, caminar, masturbarse, cantar o parir. Y como ellos, procura placer: descubre el placer de meditar.

Para todos ellos tenemos un instrumento, nuestro instrumento-cuerpo.

Para todos ellos tenemos un instinto que nace del interior.

Sí, tú ya sabes meditar.

Aunque no seas tan consciente de ello como de todas las otras habilidades.

Estoy segura de que sabes reconocerlo:

Recuerda ese momento en el que llegas el primer día a la playa: estiras tu toalla, colocas todo a tu alrededor, y te tumbas boca arriba en la playa.

Sientes con placer todo tu cuerpo extendido y cerrando los ojos te dejas bañar por los rayos del sol.

El sonido del mar inunda tus sentidos y percibes claramente cada punto de contacto con la toalla sobre la arena, que aunque parece suave, la sientes dura bajo tu toalla.

Coges aire y exhalas un suspiro de placer. Respiras sintiendo cada porito de la piel bañado por fin por los rayos del sol y la suave brisa.

Estás ahí.

Atenta a todas esas sensaciones y sin pensar en nada.

Sensaciones maravillosas; y te dejas llevar por ellas sin más que hacer, solo percibir.

Los sonidos, las texturas, la temperatura de tu cuerpo y dejas vagar tu mente, dedicada expresamente a sentir el placer sensorial.

Quizás sea poco tiempo, quizás unos instantes, y rápidamente tu atención se dirija a lo que cuentan los vecinos de playa o se vaya alguna otra cosa que esté en el fondo de tu cabeza.

Pero durante un poco de tiempo, más o menos largo, has estado meditando.

Has estado presente. Atenta a esas sensaciones maravillosas.

Eso es meditar.

Eso es desarrollar la atención plena.

Así que sí, estoy segura de que ya lo has hecho y más de una vez. Porque meditar es placentero; todos los procesos creativos producen placer mientras los desarrollas…

Cualquiera de los que he nombrado arriba son placenteros mientras los realizas, ¿no te parece?

 

el placer de meditar

Poner en práctica el placer de meditar

 

Pero por muy instintivos que sean, por muy naturales que fluyan, siempre requieren práctica para aprenderlos y mejorarlos y sentirlos todavía más intensamente mientras profundizas en su proceso.

Ya no nos acordamos, pero tardamos más de 1 año en aprender a caminar; necesitamos un cursillo para nadar; danzar requiere años de práctica…

Si quieres cantar bien necesitas pulir tu instrumento vocal… y cocinar necesita de tu constancia. Pero cada esfuerzo, cada movimiento, cada avance es en sí mismo un extraordinario placer.

Pues meditar es lo mismo.

Y es que una vez sabes que quieres repetir el placer de meditar la acción de buscar tu tiempo, de preparar el espacio dónde lo vas a hacer es en sí misma placentera. Sentarte en silencio y respirar es placentero.

Como cuando preparas la bolsa para ir a la playa e inviertes el tiempo que necesitas para llegar. No te molesta porque conoces la recompensa.

Si no nadie meditaría. Si no nadie danzaría, caminaría, correría, o cantaría.

Es evidente que detrás de los grandes cantantes, danzarines o meditadores hay años de enorme trabajo, esfuerzo y dedicación. Pero esos objetivos no tienen porque ser para todos.

Para cada uno será el suyo. Pero siempre hay una recompensa intrínseca en cada uno de los minutos dedicados a ese proceso creativo, sea donde sea que llegues; el primer paso fue agradable, y eso también pasa en los resultados.

Y sí, el cuerpo chilla cuando lo sacas de la zona de confort. Pero los procesos creativos están para eso, para salir de lo conocido e ir más allá. Algunos requieren un instrumento externo, más allá del cuerpo físico, de nuestro instrumento-cuerpo.

Si te gusta tocar un instrumento musical. Si te gusta pintar, dibujar, tejer o cocinar. Cuando el proceso creativo requiere instrumentos, herramientas o materiales, salir a buscarlos, comprarlos, prepararlos es en sí placentero.

Aprender a dibujar o a tocar el piano, requiere salir de la zona de confort. Atreverte a hacerlo mal una y otra vez.

Pero algo hay que te produce placer. Incluso cuando no lo hagas bien;  ni siquiera en el primer instante cuando la tecla del piano sonó rarísima bajo tu dedo cuando tocaste por primera vez.

Pero algo hay que te impulsa a hacer ese proceso creativo. A transitar cada paso, cada etapa, conseguir día a día una meta más que te acerca a tu objetivo y a tu sueño.

Quizás sea tocar en público, exponer en una galería o hacer un plato especial para esa persona. El objetivo puede ser exterior pero el proceso es interior.

 

 

Una creación interior

 

Quizás la única diferencia que haya entre tocar el piano (o crear una obra de arte o de artesanía) y meditar sea que todo lo que tú vas a hacer sentada meditando nadie lo va a ver.

Nadie lo va a escuchar, probar, describir o percibir. Solo es para ti.

Solo es tuyo. Exclusivo de ti para ti.

La meditación es un proceso creativo interno, interior. Es la gran diferencia con el resto de todo lo que creamos.

Por eso nuestra sociedad no la promueve, porque nos enseña a que nuestros sueños y objetivos son para que los demás los vean, nos vean lográndolos.

Los occidentales somos una sociedad externa, mientras que la oriental es polar a nosotros y su desarrollo del mundo interior ha permitido durante miles de años la práctica de la meditación.

Pero ahora estamos en una etapa de fusión. Oriente se occidentaliza y nosotros nos estamos orientalizando. Podemos avanzar en la ampliación de la consciencia global.

Así que si te llama, si hay algo en tu interior que te atrae a meditar recuerda que es muy fácil. Que no tienes que aprender nada que no tengas en tu interior. Solo es descubrirlo. Como tu potencial vocal, instrumental, culinario o sexual.

 

el placer de meditar

Pocas necesidades, muchos beneficios

 

Todo lo que necesitas para meditar está dentro de ti.

Quizás necesites eso sí, como para cualquier otro proceso creativo, la presencia a tu lado de un maestro o una maestra, alguien que te guíe por un camino que ellos ya han transitado.

Porque a su vez han sido enseñados y conocen los pasos y las metas para avanzar por el camino interior y saben a dónde conduce.

Un camino que, como todos los transitables, hay que desbrozar y mantener abierto para que sea cómodo pasar por él.

Lo mismo que haces tus estiramientos para salir a caminar, a bailar o a correr…

Bueno, lo mismo que tienes que estar atenta a tu cuerpo, tus músculos, tus articulaciones o tu respiración para que sea placentera esa caminata.

Pues lo mismo es para la meditación; y encontraremos molestias, pero no más que las de calentar la voz para cantar, las manos para tocar. En ningún momento son tan importantes como para dejar de hacerlo, ¿verdad?

Porque la recompensa es inmediata. Como cuando preparas el viaje a la playa: si no te molesta preparar la bolsa, la comida, el coche, la sombrilla… te garantizo que no te va a molestar preparar tu rincón de meditación y crear el hábito de hacerlo.

Porque meditar es un placer.

Que tiene unos beneficios claros y concretos en tu salud física, emocional, mental y espiritual.

En un próximo artículo te hablaré detalladamente de ellos, para que nutras tus motivos con datos reales que te ayuden a decidirte a aprender y practicar sin dudas.

Y si quieres, te acompaño por este camino. Llevo años pasando por él. Yendo y viniendo. Subiendo a cumbres y bajando a pozos. Parando un tiempo y volviendo por el mismo camino de nuevo.

Es por esta experiencia que te propongo acompañarte si te ves necesitada de un apoyo, guía o soporte. Pronto con clases colectivas pero de momento con individuales, tanto online como presenciales.

Y si quieras caminar tu sola recuerda que la meditación es una práctica para la que tienes todas las herramientas en tu interior y que además, en un placer.

 

 

Gracias por leerme.

Disfruta en la toalla al sol.

Sheila Minguito.

 

 

 

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